SEX-PARTY

Hace algún tiempo recibí un mensaje cuyo remitente era Jose Ramón, un amigo de "el Casanova de Chamberí". Vía correo electrónico me invitaba a una cena nudista. Después de la cena, según lo previsto, habría una SEX-PARTY. 

Los organizadores cobrabran una suma de dinero como requisito indispensable para asistir al evento y poder participar en la velada posterior aderezada con sexo en grupo. Me fue del todo imposible asistir a este evento erótico. Sin embargo, unos días más tarde, Jose Ramón, que sí había asistido, me contó todo con pelos y señales.

Tal como estaba programado, cenaron en cueros. De preparar y servir las viandas se encargó un servicio de cátering contratado para la ocasión. Las camareras y camareros, jóvenes agraciados físicamente, llevaban un ropaje minimalista. Ellos: chaquetilla oscura y una hoja de parra sobre sus genitales. Ellas, por su parte, vestían un delantal corto y medias negras de lencería. Ambos tenían en común las pajaritas. 

Tras el ágape, tuvo lugar una bacanal, con música de fondo chill-out, en diversos lugares del chalet; principalmente en el salón (decorado con estilo moderno) y en el recinto de la piscina. Los participantes, las diecisiete personas de ambos sexos: matrimonios, parejas de hecho y algunos solteros y solteras entre treinta y ocho y cincuenta y tres años aproximadamente. 

A Jose Ramón se la chuparon dos mujeres. La primera mamada tuvo como escenario una tumbona situada cerca de la piscina. La segunda vez, él estaba sentado en un sofá y ella de rodillas sobre una alfombra, sujetándole bien el pollón endurecido con una mano mientras se la chupaba a conciencia. JR tuvo su primera corrida gracias a la destreza de la segunda felatriz, que sabía mover mano, lengua y labios simultáneamente de un modo irresistible para cualquier hombre.

Más adelante, pudo echar un megapolvo con la invitada más sexy de toda la fiesta. Esta escena la relataba Ramón con indisimulado orgullo. Una mujer diez, despampanante, que estaba literalmente acosada por casi todos los machos en pelotas. Fornicando con la hembra alfa tuvo su segundo orgasmo, un clímax glorioso, entre gritos y espasmos, que no pasó desapercibido al resto de los invitados. Más de uno le miró con los ojos impregnados de lujuria y envidia, mientras él vertía chorros de leche en el coño de una tía tan buena.

Jose Ramón me explicó que la felación o el caliqueño en público no es como el sexo de alcoba, los dos solos. Intervienen otros factores y, sin duda, nuevos alicientes. De pronto te conviertes en un actor. Y las sensaciones de placer se amplían y multiplican. Aparte de dar placer a tu pareja y a ti mismo de un modo consciente o inconsciente, estás dando placer a quienes te observan. Observadores que minutos más tarde pueden transformarse en tus nuevos compañeros sexuales. Lo que haces pone caliente a otros. Aparece un sentido colectivo de la sexualidad, ausente de las prácticas eróticas de la pareja tradicional.

Si buscáramos un símil, lo encontraríamos seguramente en el mundo de la música. El polvo convencional sería parecido a la actuación de un dúo de músicos, por ejemplo: un violinista y un intérprete de piano. Esta clase de polvo tiene posibilidades ciertamente limitadas. En cambio, el revolcón en mitad de una orgía pasa a ser una pieza musical interpretada por toda una orquesta con decenas de instrumentos: de cuerda, de viento o metal. Sus posibilidades son enormes. A este tipo de sexo podríamos llamarle "sexo polifónico".


Ramón hizo algunos comentarios más que ahora no recuerdo y terminó su descripción afirmando que se lo había pasado bastante bien. Que, a buen seguro, repetiría, pues estos banquetes nocturnos acompañados de sexo se celebraban periódicamente y tenía el número de teléfono del organizador principal para apuntarse a las próximas quedadas y francachelas que se llevaran a cabo.

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