LA LEFA
La palabra "lefa" no suele aparecer en los diccionarios formales. Esta palabra, aunque pertenezca al registro vulgar, siempre ha tenido para mí la connotación de autodescubrimiento y secreta iniciación al universo de la sexualidad. Ahora explicaré por qué.
Cuando era pre-adolescente iba con dos o tres amigos a un rincón apartado de un parque llamado Dehesa de la Villa situado en Madrid, cerca del colegio donde estudiábamos. Allí rápidamente nos bajábamos la bragueta del pantalón y practicábamos el onanismo. Eran las primeras veces que yo me masturbaba. Ellos parecían tener más experiencia.
Mientras estábamos haciéndonos la pajilla, uno de los chicos me decía: ¿Te ha salido ya? Y yo respondía: "Salir, ¿qué?". ¡Pues la lefa! Nunca antes había oído esa palabra. No sabía su significado. Jamás había eyaculado. Tendría entonces aproximadamente doce o trece años.
Desde entonces, a causa de esta experiencia de pubertad el vocablo "lefa" aparece rodeado en mis recuerdos de matices semánticos y de sensaciones relacionadas con el juego entendido como puerta de entrada hacia el mundo de la voluptuosidad, la figura del iniciador, la actividad sexual compartida en grupo, la incertidumbre que envuelve a lo desconocido, el estímulo de lo secreto, el entorno natural como acompañante del sexo.
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