LA VIDA SEXUAL DE DON QUIJOTE

- Mire, vuesa merced, que las malas lenguas no descansan y andan diciendo que Don Quijote es asexual, ya que ha idealizado tanto a Dulcinea que no tiene trato carnal con ella. Para afirmar esto dan como prueba el hecho de que en ningún capítulo del relato escrito sobre sus aventuras, el famoso Caballero Andante se acuesta con la dama de sus pensamientos ni manifiesta desearla.

- No hagas caso de gentes murmuradoras y maldicientes, Sancho, que en este mundo, por desventura, son multitud. Lo único que pretenden es desprestigiarme. ¡Qué sabrán esos calumniadores de mi vida íntima! Lo cierto y verdad es que después de cada aventura, suelo hacer una visita a mi amada Dulcinea, primera entre las mujeres y dueña de mi corazón, y le relato en detalle mis hazañas y cómo he arrostrado mil peligros, combatido malhechores, batallado con arrojo, sufrido los efectos perniciosos de encantamientos y arriesgado mi vida, todo ello para merecer su afecto, no menos que su admiración. Por supuesto, mantenemos relaciones sexuales, faltaría más, y lo digo sin circumloquios, bien a las claras, pues a mi modo de ver no está reñido el idealismo que caracteriza a los caballeros andantes con los placeres carnales, fuente de solaz y natural contento.

-Tal vez, aunque no deba yo meterme donde no me llaman, convendría a mi Señor Don Quijote salir en su propia defensa ante tales críticas y pullas malintencionadas, algunas de las cuales le tachan hasta de invertido, válgame el cielo, qué disparate, por lo mismo que comenté antes: que en el libro de Don Quijote de la Mancha no hay referencia alguna a la sexualidad del potragonista o protagonista -como se diga- principal.

-Razón tienes, Sancho. He de proteger mi buen nombre de semejante iniquidad. Muy pocos tienen conocimiento de lo que ahora te voy a contar. Escucha bien mis palabras, fiel escudero, para comprender lo que realmente ha sucedido. La cuchilla de la censura cayó sobre párrafos enteros del manuscrito del Ingenioso Hidalgo antes de ser llevado a la imprenta. En esos pasajes hoy perdidos para siempre se describía -principalmente, aunque no sólo- mis encuentros sexuales con Dulcinea del Toboso, que es y será la dama de mis pensamientos, pero asimismo la dama de mis deseos eróticos. Cuando los censuradores cercenaron sin titubeos aquellos episodios sobre mis lances de alcoba, suprimieron una parte significativa de mi biografía. El libro que, finalmente, vio la luz y se publicó, una vez pasado por el tamiz de la censura, da la falsa impresión de que yo soy un hombre sin interés por el sexo y, al no mencionar nada al respecto, esa ausencia da pie a los malpensados a incluirme entre los practicantes del pecado nefando.


- Es la primera noticia que tengo acerca de esta terrible censura -comentó Sancho invadido por un sentimiento mezcla a partes iguales de sorpresa y extrañeza. 

- No olvides, mi buen escudero, las circunstancias y condicionantes de los tiempos que en suerte nos ha tocado vivir. Quien escribe y publica hoy día en nuestra España del siglo XVI y albores del XVII no dispone de plena libertad para ejercer su oficio de literato. Los censuradores cortaron con largas tijeras todo cuanto no juzgaron acorde con sus prejuicios e intereses. Al hacer esto, decían proteger la moral pública y el sentido de la decencia, pero a consecuencia de esta actitud de extrema vigilancia y rigor,  merma el radio de acción de los escritores y se limita bastante su libertad de expresión, sin la cual el cultivo de las letras conviértese en empeño arduo y jalonado de escollos las más de las veces insalvables.

- ¡Qué lástima no poder leer el libro del Ingenioso Hidalgo completo! -se lamentó el escudero.

- Comparto tu parecer -dijo Don Quijote y prosiguió-. El libro que escribió Miguel de Cervantes está censurado al menos en un diez por ciento, que no es poco decir, teniendo en cuenta el grosor del volumen. Párrafos y páginas enteras fueron destruidos totalmente por la severidad censora, de tal modo que ni los eruditos dedicados al estudio de la historia de la literatura en tiempos venideros ni los lectores de nuestra época presente pudieran saber ni tan siquiera sospechar que el famoso libro había sido en realidad víctima de la censura. Además de los pasajes de contenido erótico, fueron eliminados comentarios, según la óptica del censor, "comprometedores" para destacados nobles y frases críticas que aludían a la política del momento. Resulta de todo punto imposible recuperar lo destruido. Se aseguraron de que desaparecieran por completo los pasajes "no convenientes", sin dejar rastro ni indicios. Nadie sabrá nunca, salvo yo mismo y Dulcinea, cuyo recuerdo me colma de dicha, tú, amigo Sancho, que me estás escuchando y quienes lean esto, que Don Quijote hizo el amor con su pareja.

- En verdad, estoy sorprendido por lo que acabo de oír -dijo Sancho con gesto de asombre.


- ¡Que ninguno de esos bellacos y majaderos insolentes siga afirmando a mis espaldas -añadió el caballero con un tono de enfado que iba en aumento- que Don Quijote de la Mancha no mantuvo contacto carnal con Dulcinea! ¡Quien tal dijere no sabe lo que dice! ¡Y, en consecuencia, le retaré a duelo con espada (te aseguro, Sancho, que acabará probando  mi acero), si continúa sosteniendo lo contrario, con manifiesto desprecio a la verdad! Mas voy a calmarme; un caballero ha de saber apaciguar su enojo... -y tomó aire antes de continuar-. Confieso que los momentos íntimos vividos entre la dama del Toboso y mi persona fueron tiernos y memorables. Después de mis luchas llevadas a cabo con ánimo esforzado contra numerosos y taimados enemigos, entre los que se hallan fieros gigantes, malandrines de toda laya y desalmados bandoleros, sin olvidar a los magos y hechiceros perversos, tengo por costumbre dirigirme a lomos de Rocinante hasta la casa donde habita mi señora Dulcinea. Ella me recibe con los brazos abiertos y un semblante amoroso, prodigándome cuidados y poniendo bendajes sobre mis heridas. En su lecho descanso de tantas fatigas y batallas libradas. Dulcinea me da amor, remedio eficaz para mis tribulaciones, así como el  consuelo que necesito, ya que con frecuencia, como es sabido, salgo de mis aventuras maltrecho, por haber sufrido penalidades, sinsabores y quebrantos y por haber recibido baquetazos en número imposible de calcular por su abundancia. 

- Lo comprendo, mi Señor Don Quijote.

- En mi descargo puedo decir -continuó el de la Triste Figura- que nos hemos querido   no sólo de un modo platónico, sino también en la cama con el fin de que nuestro amor fuese pleno y más dichoso, si cabe.

- Es conmovedor oírle, mi Señor -dijo Sancho.

-Mediante el acto sexual enlazamos nuestros cuerpos y nuestros corazones en cada gozoso encuentro. Estas relaciones sexuales eran descritas, antes de ser eliminadas de los diversas lugares por donde estaban repartidas dentro del libro, como buenas y placenteras, cosa que responde a la realidad y de lo cual puedo dar fe. Luego de cada aventura -insisto nuevamente en ello para acallar de una vez por todas  las voces de los difamadores- vuelvo a casa de Dulcinea, bien de mi alma, y en su dormitorio hacemos  lo que hacen habitualmente las parejas.

- Claro, mi señor Don Quijote.

- Debido a que el Código de Honor -explicó ya concluyendo- instituido por la Caballería Andante es muy exigente en lo que atañe a la conducta de los caballeros, no me es permitido revelar más pormenores sobre la intimidad que compartimos mi adorada Dulcinea y yo. Cualquier hombre de bien, con educación y buena crianza lo comprenderá enseguida. Si diera más datos, a buen seguro divertiría únicamente a los que son movidos por la morbosidad insana. A este respecto y para no decepcionar a los curiosos y deseosos de saber más, añadiré -olvidando por un instante la debida discreción- que Dulcinea del Toboso, la sin par Dulcinea, también es sin par en el lecho del amor. 

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