EL DECLIVE DE CASANOVA

Casanova había entrado en un período de decadencia. Su prestigio como seductor disminuyó sobremanera. Cada vez tenía menos admiradoras y el índice de éxitos amorosos anteriormente muy alto había caído en picado. Nuestro galán atravesaba una racha penosa.
Para compensar la escasez sexual que padecía, el Casanova de Chamberí solicitó por correo a una conocida empresa americana, "Excellent Dolls S.L." una muñeca erótica muy realista. Casi no había diferencia entre la piel de la muñeca y la de una mujer de verdad. El cabello era natural. Sus proporciones, las de una mujer de constitución media. Con la ventaja respecto a las mujeres reales de que nunca tenía dolores de cabeza ni planteaba continuas exigencias. Casanova tuvo una relación magnífica con esta American doll, siempre dispuesta y complaciente. Pero no descartó otras posibilidades que le permitieran realizar nuevas conquistas y elevar su hundido palmarés. 
Unos amigos le invitaron a una fiesta de máscaras privada. Casanova se presentó en ella con altas expectativas, disfrazado, como convenía a la ocasión, con un antifaz y una capa elegante, al estilo veneciano. La fiesta estaba muy bien organizada: música estupenda, bebida a raudales... Durante el transcurso del baile de máscaras la alegría se fue mezclando con los efluvios etíticos y la confusión. En un momento ya avanzado de la fiesta, Casanova notó que alguien le tocaba el paquete. Él enseguida creyó que eso podía ser el comienzo de una nueva conquista que le permitiera subir su autoestima. Empezó a besar a la palpadora. Ya en plena excitación, ambos entraron rápidamente en una habitación y trancaron la puerta. Ella le bajó los pantalones y le dio la vuelta, en medio del aturdimiento provocado por la embriaguez. Al principio Casanova creía que le estaban metiendo dos dedos femeninos en el ojete. En realidad era una polla bien dura. La experiencia no fue del agrado de nuestro galán venido a menos. Entre otros motivos, porque el marica, aparte de no ser delicado ni prestar atención a los prolegómenos, follaba y follaba, tardando mucho en correrse. Finalmente, el sodomita enmascarado dejó el esfínter anal de Casanova dolorido y más rojo que un fresón de Aranjuez.
Aquella non grata peripecia hundió un poco más  en el lodazal anímico al Casanova de Chamberí. Nuestro seductor, antaño exitoso con las féminas, no se comía ni una rosca. Necesitaba una solución. Así que se le ocurrió pedir ayuda profesional a una psicóloga. Después de pedir cita empezó a acudir a la consulta. A lo largo de varias sesiones, Casanova fue explicando a la especialista lo que le pasaba. Que no ligaba nada desde hacía tiempo. Que esta situación suponía un menoscabo para su orgullo. Y que los sentimientos de melancolía y abatimiento comenzaban a hacer mella en su estado emocional.

A medida que pasaba el tiempo de tratamiento, Casanova empezó a sentirse atraído por su psicóloga. Al fin y al cabo era una mujer encantadora de 35 años. Casanova desplegó las técnicas de seducción que en otros tiempos tantas victorias amorosas le habían granjeado. La psicóloga, se dio cuenta de las intenciones del paciente y le dijo que era normal que algunos pacientes se identificaran con su psicólogo hasta el punto incluso de querer seducirlo o enamorarse. Freud, el padre del psicoanálisis, ya había hablado de este tema. También añadió que las normas éticas de su profesión le impedían participar en flirteos o relaciones amorosas con clientes. La psicóloga se lo dejó muy claro y empleó un tono de firmeza en sus comentarios. Casanova se vio obligado a dar marcha atrás. "Un nuevo fracaso" pensó. Y se sintió peor que antes de comenzar la terapia. Abandonó la consulta, decepcionado por otro rechazo. 

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