LORENZO VELLO

Lorenzo Vello, se lamentaba con amargura de que por aplastante mayoría las Evas actuales se despilasen los genitales, sin mostrar ninguna consideración hacia los hombres que admiraban la pelambrera púbica femenina. Lorenzo no se limitaba a la admiración; además, el vello genital de las chicas le ponía. Para él esos pelos eran un componente esencial del reclamo erótico de una dama.




Se vio obligado en diversas ocasiones a rechazar mujeres que se le insinuaron, ya que éstas habían cometido el "imperdonable" error de depilarse el chochito. Lorenzo en esta cuestión era muy estricto. "Sin pelo no hay celo" solía decir. De acuerdo con los parámetros de seducción lorenzanos un buen "felpudo" era requisito no negociable para iniciar y consumar una relación sexual, pues su excitación dependía en una medida considerable del matojo que adornaba el monte de Venus y aledaños.

Ustedes dirán, lectores, que este problema se puede resolver enseguida con cera, con una maquinilla de afeitar, etc. Pero piensen que en la sociedad no es tan sencillo remar a contracorriente. Las féminas, salvo singularidades, siguen esta moda del chochete depilado. Y, por desventura para Lorenzo y otros hombres con gustos parecidos, la tendencia triunfante en la actualidad es el coño rasurado. Por lo que a Lorenzo le resultaba difícil encontrar mujeres no depiladas o dispuestas a sublevarse heróicamente contra la moda imperante.






En las épocas de sequía sexual que atraviesan casi todos los hombres durante su vida, cuando Lorenzo no tenía ninguna amante para desfogarse, achacaba su vacío sexual a la afición que sentía por el arbusto de ahí abajo. Compungido, dirigía sus pasos hacia los sex-shops del barrio donde vivía y trataba de conseguir pelis porno sobre mujeres con un buen matorral entre las piernas. Si bien era un consuelo, no estaba de acuerdo con que a estas películas X se les diera la clasificación de "subgénero" o para "gustos frikis". 
También suponían un alivio psicológico las revistas pornográficas publicadas hace 25 ó 30 años, en cuyas páginas las actrices lucían sus almejas peludas con impudicia y chocante naturalidad. Chocante -claro está- desde la perspectiva del canon estético actual. Lorenzo había conseguido varias publicaciones X de la década de los 70 y las ojeaba en su casa. Pero resultaba complicado conseguirlas. 

Lorenzo se sentía decepcionado por esta moda tonta de la depilación del mejillón y consideraba que los hombres a quienes les gustaba el coño peludo se les habían relegado a un espacio minoritario casi marginal de un modo injustificable además de injusto.



Dentro de sus modestas posibilidades, él intentaba hacer campaña en cyber-foros o en conversaciones de café a favor del pelo púbico femenino mediante la búsqueda y difusión de argumentos para combatir esa moda ojalá pasajera.

"Parecen muñecas, no mujeres."

"Lo natural es el matorral."

"¿Por qué se depilan? Si la naturaleza ha puesto pelo ahí, por algo será."

"Lo lógico es que el monte de Venus, a fin de cuentas monte bajo, tenga arbustos."

"La depilación de esa parte da a las mujeres un aspecto infantil."

"¡Viva el chocho velludo!"

"Ese pelo es señal de madurez sexual."

"Algunos estudiosos dicen que ese pelo contiene feromonas."

Estos y otros razonamientos, slogans y consignas eran las armas que Lorenzo había forjado para el combate. En su lucha contra la corriente general le embargaba con frecuencia el pesimismo, una sensación de batalla perdida de antemano. Sin embargo, a pesar de sus sentimientos poco motivadores, no se daba por vencido y continuaba bregando, sin intención de rendirse, para que muchas mujeres respetaran el vello genital que la naturaleza les había regalado.

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