HERMANOS Y TAL VEZ ALGO MÁS

Éramos niños, aproximadamente, de entre ocho y doce años. Vivíamos en una barriada popular de Tarragona. Por las tardes nos reuníamos para jugar. Un día, uno de los niños del grupo comentó que Raúl y su hermana (ambos de nuestra edad) se tocaban y se besaban pero no como hermanos sino de un modo "distinto". Al escuchar aquel comentario nos quedamos todos boquiabiertos. Entre otros motivos porque tampoco sabíamos bien qué era ese: "no como hermanos". 

En general, la inmensa mayoría de los niños de hace cuarenta años en España no sabíamos esas cosas. La información sobre determinados temas no circulaba. Casi no había aparatos de televisión en los hogares. Internet no existía, ni los móviles, y menos aún las tablets. Vivíamos por entonces en una especie de paleolítico de la tecnología. Y atravesábamos también una fase prehistórica en el campo de la educación sexual. Pero, retornando al tema de esta pequeña historia: ¿Raúl y su hermana se entendían?, ¿hacían "cositas", de verdad? ¿O sólo eran rumores engendrados por la maledicencia?

Ha pasado la tira de años y todavía no tengo una respuesta clara. Algunos chicos de la pandilla, todos vecinos del mismo barrio, parecían seguros de que sí. Otros, en cambio, exponían sus dudas. Un tercer sector de la chiquillería fingía que sabía qué era eso del sexo para fardar, pero en realidad lo desconocían. Este asunto siempre estaba rodeado de un halo misterioso en las conversaciones, no sólo por el hecho de que nadie ofrecía pruebas, sino también porque el sexo mismo para aquella sociedad era un tema tabú.

No sabíamos lo que eran la sexualidad o el sexo. Pero desde nuestra mentalidad infantil intuíamos que había algo de lo que los mayores nunca hablaban delante de nosotros. Existía algo supuestamente importante que estaba oculto. Ignorábamos el motivo de secretismo. Y al mismo tiempo, desconocíamos en qué consistía exactamente esa realidad misteriosa que debía ser silenciada.

Sólo puedo añadir que una tarde en la que no estaban sus padres en casa, a través de la ventana pude ver (yo vivía en el edificio de enfrente) cómo Raúl y su hermana se besaban despacio, un beso que se prolongaba en el tiempo, un beso no en la mejilla como se besaban otros hermanos sino directamente en la boca. Durante el beso, se acariciaban la espalda y los hombros. En otra ocasión, la puerta de su terraza quedó abierta y la hermana de Raúl estaba tumbada boca abajo sobre la alfombra del salón. Él estaba acostado encima de ella, también boca abajo, los dos vestidos, inmóviles, los ojos cerrados, sintiendo uno el cuerpo del otro, su calor y sus formas, con las manos entrelazadas.

¿Pero era esto sexo? Lo que vi nunca se lo conté a los demás niños de la pandilla.

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